Contemos hasta tres
Tres hermanitas caminaban juntas hacia el colegio y para divertirse decidieron nombrar una por una todo lo que por el camino iban viendo. El sol dijo una Las nubes dijo la otra. El cielo dijo la tercera. Los pájaros dijeron juntas.
Entonces, una de las hermanitas dijo: Este juego es muy fácil y me estoy comenzando a aburrir. Qué les parece si cada una nombra tres objetos que estén relacionados entre si. Por ejemplo: pájaro, nido, árbol. De acuerdo, contestaron las otras dos hermanitas. ¿Quién va a ser la primera? La que llegue primero a aquel árbol. Muy bien, contaré hasta tres para indicar la partida. Dijo la hermanita que había inventado el juego. Un, dos, tres, partida.
Las tres hermanitas corrieron, pero llegaron al árbol al mismo tiempo. Y ahora qué hacemos para decidir cual será la primera, La que lance una piedrecilla más lejos, será la primera. Las tres hermanitas buscaron tres piedrecillas del mismo tamaño, y contaron juntas: Un, dos, tres, partida. Y lanzaron las tres piedrecillas lo más lejos que pudieron, pero las piedrecillas chocaron en el aire y se partieron en pequeños pedazos. Una vez más, no pudieron decidir quién sería la primera en nombrar los tres objetos. Siguieron caminando hacia la escuela y vieron en el reloj la hora. Son casi las 3:00 de la tarde. Ya va a empezar la clase.
¡Corramos! Contestó una de las hermanitas. Las tres hermanas corrieron pues no era la primera vez que llegaban tarde a la escuela por detenerse a jugar y divertirse en el camino.
Adaptado por Alcaíno, Gutiérrez y Maray.
La lluvia de números
A Margarita le entraron unas ganas desesperadas de saber contar.
Le enseñaban con garbanzos y ella se aplicaba:
Uno, dos, tres, cuatro, cinco…
¿Y ahora qué sigue?
Cuatro, cinco, seis... y ya nombraba de corrido hasta el diez.
Un día aparecieron nubes en el cielo. Ella se sentó junto a la ventana de su cuarto sin hablar. A todos les extrañó verla con la vista fija sobre la ventana. Empezó a llover y ella soltó por el aire sus números, los que había aprendido, como si fuesen globos de colores.
Uno, dos, tres... Contaba apresuradamente con ansiedad. Cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve y diez. Pero de pronto se puso a llorar.
¿Qué te pasa? Le preguntaron en la casa
Se me acabaron los números. Ya no puedo contar más.
¿Qué contabas?
Eso... eso... Yo quiero saber cuántas gotitas tiene la lluvia y para eso debo aprender más números, de este modo en su casa todos los días le siguieron enseñando a contar
… Veinte, treinta, cuarenta, cincuenta y muchos más.
Adaptado por Alcaíno, Gutiérrez y Maray.
El rey que tenía dos hijos
Este era un rey que tenía dos hijos; uno era grande y el otro era chico; uno se llamaba Pancho y el otro Francisco. Cuando el rey se levantaba, se levantaba con sus dos hijos, uno era más grande y el otro más chico; uno se llamaba Pancho y el otro Francisco.
Cuentos de Ciencia
Érase una vez la boca de un niño tan, pero tan bonita, que los que allí vivían estaban felices de pertenecer a ella, pero eso incluía a: los labios, la lengua y los dientes, pero sobre todo los dientes eran los más orgullosos. Todos los dientes estaban tan, pero tan limpios, que unos podían verse en los otros y peleaban por ser el diente que reflejara mejor la luz.
Pero había un diente que era diferente a los demás, estaba muy, pero muy sucio, estaba tan atrás, que el cepillo no lo alcanzaba y aunque cada vez que el cepillo pasaba cerca, él se estiraba hacia adelante para tratar que lo limpiaran, no lo conseguía y por este motivo estaba muy, pero muy triste.
El dientecito sucio se acurrucaba muy asustado, no era su culpa, él también quería estar limpio pero no sabía cómo arreglar el problema. Todo se complicaba más y más a cada momento, el susto era mayor y no se encontraba una solución:
¿Qué hago?, -se preguntaba el dientecito-.
Todos se reunieron en la boca alrededor de la gran mesa la lengua con el objeto de buscar una solución adecuada, pero por más que hablaron y discutieron no llegaron a ninguna solución.
Al poco tiempo el diente más pequeño, ese al que nunca escuchaban por ser un diente de leche y por demás muy joven, decidió hablar fuerte para que escucharan su idea. Todos se extrañaron y se reían subestimando de antemano lo que diría:
Compañeros, disculpen, todo lo que necesitamos para solucionar este difícil problema que afecta a todos, es fabricar un cepillo especial liviano y tan, pero tan largo, que pueda llegar hasta nuestro amigo "el diente sucio".
Asombrados, todos se vieron las caras y después de entender lo expuesto por el joven diente, todos gritaron de alegría.
¡Viva, Viva, Viva!, esa es la solución, hemos conseguido la solución.
El diente sucio saltó de la emoción y corrió a abrazar a su compañero y a darle las gracias. Sin perder más tiempo se pusieron ha hacer el cepillo de dientes. Todo estaba preparado para iniciar la limpieza. Y el dientecito sucio estaba feliz. Todos los dientes tomaron el cepillo, los labios y la lengua también estaban colaborando. A la cuenta de tres, empujaban hacia adelante o hacia atrás. Todos unidos gritaban:
Uno... Dos... y Tres... Adelante... Uno... Dos... y Tres... Atrás... Uno... Dos... Tres... Adelante...
Y así continuaron hasta remover el sucio por completo. Después de mucho ir y venir nuestro dientecito sucio se transformó en el diente más limpio de todos, estaba muy contento. A partir de ese día todo fue felicidad; todos los dientes brillaban y la boca limpia siempre estaba.
Adaptado por Alcaíno, Gutiérrez y Maray.
Un día la mano izquierda le dijo un secreto a la mano derecha.
Mira, nosotras trabajamos todo el día, mientras la boca no hace nada. Las piernas escucharon y dijeron: Tienes razón, nosotras también estamos cansadas caminando todo el día para darle comida a la boca. La mano derecha grito ¡yo estoy cansada! No daré más alimentos a la boca.
Entonces habló la boca y les dijo: amigos ustedes están pensando mal. Nuestros trabajos son muy diferentes, pero la verdad es que dependemos mucho los unos de los otros.
Pasaron unos días en donde las partes del cuerpo no le dieron alimentos a la boca y de pronto se escuchó:
¡Ay qué mal me siento! –se quejó un brazo al otro, yo también, no sabes lo cansado que me siento. Las piernas se quejaron: nosotras apenas nos podemos mover y todas las partes del cuerpo decían lo mismo. Todos se sentían muy pero muy cansados. Entonces la boca habló:
Yo también me siento cansada. Si me alimentan podré trabajar de nuevo y ustedes y yo nos sentiremos mejor.
Bueno, vale la pena probarlo –dijo la mano derecha y las piernas con mucha dificultad fueron en busca de pan, las manos cooperaron y metieron la comida en la boca y al poco rato las manos exclamaron ¡Ya nos sentimos mejor! Todas las partes del cuerpo decían lo mismo incluso la nariz y los ojos. Entonces comprendieron que todos las partes del cuerpo deben cooperar si quieren tener una buena salud.
Adaptado por Alcaíno, Gutiérrez y Maray.
Cuentos de Tecnología
Mi ratoncito Mouse
Un día en la tarde los padres de Martín llevaron a casa una hermosa sorpresa a su hijo el cual estaba feliz por que le regalaron lo que el tanto deseaba una hermosa mascota, era un hámster de color gris muy simpático al cual llamó Mouse, el niño no tenía hermanos por lo que su ratoncito se transformó en un gran compañero y pasaban gran parte del día juntos.
Pero un día a Martín le sucedió algo que lo dejó muy sorprendido y confundido, sus padres llegaron a casa con una enorme caja llena de aparatos y cables por lo que el niño muy asombrado preguntó ¿Qué es eso?, hijo esto es un computador, dijo mamá, en donde puedes jugar, estudiar y aprender.
De pronto el niño vio algo muy extraño, era como un cerrito y le colgaba un cable Martín asustadísimo le pregunto:” mamá, mamá ¿Qué hay ahí?,
Pasaron los días y Martín se hizo un experto en el uso del computador y el manejo del mouse, pasaba muchas horas del día jugando, pero algo se le había olvidado, su hámster Mouse, el cual estaba triste porque el niño ya no jugaba con él. El padre el Martín se acercó a su hijo y le dijo: “Hijo, me parece bien que ocupes el computador y que aprendas cosas nuevas, pero no debes estar tantas horas del día en él, hay otras cosas que hacer en la vida y a ti se te ha olvidado una muy importante, has dejado solito a tu amiguito Mouse, debes preocuparte más de él, para que no se vaya a enfermar” Martín se puso muy triste porque se dio cuenta que había hecho las cosas mal y dijo: “ papá tienes toda la razón mi ratoncito me acompaño siempre cuando yo estaba solito, y sí el computador es muy divertido pero debo dedicarle menos tiempo porque además me puedo enfermar”
Desde ese día Martín aprendió a repartir sus tiempos y así pudo disfrutar de la compañía de su hámster Mouse y también aprender y jugar en el computador.
Mi computador de cartón
Había una vez un niño llamado Matías quien tenía 9 años de edad y solamente vivía con su mamá que trabaja mucho, ellos eran muy pobres y Matías tenía un gran deseo que era tener un computador, que lo ayudará en sus tareas del colegio.
Tristemente su madre no tenía el dinero para poder comprarlo y hacer feliz a su hijo y Matías entendía que no se podía, al menos por el momento. Así fue como al pequeño se le ocurrió una gran idea, juntó unas cajas de cartón y con sus propias manos creó un computador, aunque este sólo fuera de juguete lo hacía muy feliz y ocupaba gran parte de su tiempo realizando las tareas que le mandaban en el colegio con su computador hecho por él, pegando unas hojas con sus propios dibujos para simular la pantalla.
Camilo era un niño muy estudioso e inteligente y al terminar el año su mamá hizo un gran esfuerzo y logró comprarle el computador que él tanto quería y merecía, cuando Camilo vio el regalo que su mamá le trajo comenzó a llorar de la emoción le dio un gran beso a su madre y así el niño siguió siendo muy estudioso y con la ayuda de su nuevo computador logró aprender muchas cosas nuevas.
1 comentario:
me gusto la forma de como muestran las diferentes herramientas para el desarrollo del aprendizaje del alumno y asta de nuestros hijos
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